EL IMPACTO DEL COVID-19 EN LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE: ¿RETROCESO U OPORTUNIDAD?
- Melanie A. Alba Sossa
- 21 oct 2020
- 13 Min. de lectura
Melanie A. Alba Sossa[1]
Resumen: Nos encontramos a una década de culminar con la Agenda 2030. Sin embargo, este año nos ha situado de imprevisto en un nuevo escenario con características, medidas y efectos sin precedentes. En definitiva, el carácter coyuntural de nuestro tiempo ha puesto en riesgo la concreción de las metas planteadas para “transformar nuestro mundo”.
A lo largo del ensayo, analizaremos las implicancias del COVID-19 en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y a partir de ese breve análisis identificaremos si estamos retrocediendo en materia de sostenibilidad o si este cambio trajo consigo una oportunidad para todos.
Palabras clave: sostenibilidad, agenda 2030, covid-19, resiliencia, medidas, innovación, oportunidades, tecnología
Contextualizando, Los Objetivos de Desarrollo Sostenible dimanan del resultado de un consenso entre los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas, titulado: “Transformar nuestro mundo: la Agenda de 2030 para el Desarrollo Sostenible”.
Inauguralmente, dicha agenda partió con los Objetivos de Desarrollo del Mileno (ODM) establecidos en el año 2000. Para ese entonces, se tenía como consideración general, que las metas contenidas eran demasiado ambiciosas, y por ende inasequibles. Sin embargo, para el año 2015, los logros alcanzados hasta ese entonces, demostraban lo contrario. [2]
Tras este hecho, y en el marco de los logros abordados, surgen los Objetivos de Desarrollo Sostenible como una adecuación a el nuevo entendido de la capacidad humana - y de los países miembros – de ser suficientes para satisfacer estas metas; creándose así esta nueva “hoja de ruta” que da lugar a la extensión, ampliación[3] y re-estructuración de los objetivos, mientras a su vez incorporaba lecciones aprendidas en esos años.
Cabe quizás en este momento, manifestar que tras la lectura completa de la Agenda 2030 se cae en cuenta que, los ODS no la representan en su totalidad, sino que son la representación de los ámbitos de intervención necesarios para alcanzar un desarrollo sostenible para todos: van de la mano pero no son lo mismo.
Teniendo presente esta aclaración, se puede inmediatamente advertir que nos encontramos a una década de culminar dicha agenda. Sin embargo, el nuevo escenario en el que nos encontramos, a diferencia del escenario del 2015, nos lleva a re-plantearnos – quizás de otra manera – con menos optimismo. El 2015 las modificaciones realizadas fueron consecuencia de los buenos resultados obtenidos, hoy en pleno 2020 contamos con “nuevas cartas sobre la mesa” que nos llevan a preguntar: ¿podremos alcanzar las metas esperadas o será necesaria una nueva adecuación?
ANÁLISIS
Podemos partir del entendimiento que, si bien la crisis ha afectado diversas y distintas dimensiones del funcionamiento de nuestra sociedad global, ésta es en primera instancia una crisis sanitaria, y no así una crisis financiera o económica, por lo que podemos afirmar que se trata de una situación sin precedentes similares en los que basar nuestro accionar.
De manera generalizada los efectos a nivel mundial fueron: un decrecimiento de la economía mundial, contracción de la demanda agregada, paralización de ciertas actividades productivas acompañadas de un sinfín de acciones enfocadas en aplanar la curva de contagios sin “aplanar” la economía. Entre esas acciones, los países más desarrollados son ahora los que disputan esta especie de “batalla” por quien descubre primero la vacuna, acompañado a su vez de un notable aumento de solicitudes mundiales de patentes, sobre todo China y Estados Unidos[4]. Dejando como incógnitas abiertas – para futuros análisis – si: ¿existirá una rivalidad por el predominio tecnológico? ¿Habrá la posibilidad una re-configuración del “orden mundial”? ¿Qué países saldrán airosos y cuáles no?
Sin embargo, me gustaría centrar el análisis a América Latina y el Caribe, con un especial enfoque a la situación en Bolivia, donde si analizamos el comportamiento económico pre-pandemia de la región, pese a la existencia de un crecimiento generalizado del PIB, este estuvo acompañado de tasas notorias de pobreza, pobreza extrema y desigualdad. [5]
Añadiendo a esa situación, la pandemia ha resultado en una serie de efectos tanto directos como indirectos. Por un lado, y refiriéndonos a los efectos inmediatos y directos, se dio una excepcional sobre-carga en sistemas de salud insuficientes y colapsados, caracterizados además por un evidente acceso desigual al tratamiento médico según ingreso y lugar de residencia. Cabe aclarar, para evitar caer en malinterpretaciones, que este acceso desigual no hace alusión a una discriminación a pacientes por nivel de ingreso o lugar de residencia, sino que – y utilizando el caso boliviano como ejemplo – existió la figura, en la que para poder ingresar a un hospital y ser atendido se requería la cancelación de una elevada cuota inicial. Del mismo modo, es importante señalar que, es una realidad que en Bolivia existen municipios y pueblos alejados que no cuentan con hospitales lugares en Bolivia donde no existen hospitales sino pequeñas clínicas ó postas médicas, por lo que acceder al sistema de en efecto represento un gran reto.
Existen además una serie de efectos indirectos, entre ellos: suspensión de actividades productivas, menos volúmenes de comercio, aumento del desempleo, caída del turismo y transporte y una educación paralizada.
Es entonces que retornamos a la pregunta: ¿Dónde nos encontramos? [6]. En definitiva, responderla precisará un análisis exhaustivo, profundo y específico para cada objetivo desglosando cada meta que lo compone. Lo que este ensayo pretende este ensayo es dar un primer acercamiento de manera general a los efectos del COVID-19 en los ODS para a partir de eso entender si nuestra coyuntura actual sobre esta situación nos podrá servir de oportunidad o no. A continuación veremos la situación de los objetivos [7] más involucrados[8].
Empezando por lo obvio, la «salud y bienestar» (3) de los miembros de la sociedad se vieron seriamente afectados por la crisis sanitaria. Indudablemente, ejemplos sobran para relatar el devastador efecto directo que representa el COVD-19 en la salud de las personas donde aproximadamente el 35% de los casos notificados han desembocado en la muerte del paciente.[9] de los casos a la muerte. Las particularidades que caracterizan al virus, entre ellas: transmisibilidad, fácil propagación y falta de una vacuna o cura oficial, provocaron la instauración y uso de medidas de seguridad como: cuarentena, distanciamiento social y manejo de protocolos de higiene y bioseguridad.
La cuarentena repercutió en muchos casos en actividades económicas suspendidas, reducción de jornadas laborales, trabajadores realizando sus actividades en ambientes que, en la mayoría de los casos, no cumplían con las medidas de seguridad y un aumento inminente del desempleo desfavoreciendo el alcance de «trabajo decente y crecimiento económico» (8) para todos. No existe un consenso sobre la magnitud o la duración de la pandemia, y por ende, de sus efectos totales sobre la economía. Aún así, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que se podrían perder hasta 17 millones de empleos formales y que el nivel de informalidad podría llegar a 62% en la región, con lo cual “se perderían todos los avances logrados en este ámbito durante el periodo 2000-2013”.
Cabe aquí hacer énfasis en el caso de la informalidad y los trabajadores por cuenta propia en Latinoamérica, quienes representan altos porcentajes en comparación con el resto del mundo, al no estar contratados formalmente, no cuentan con beneficios sociales, por lo que las repercusiones que tuvieron en este ámbito fueron mucho mayores. Una investigación del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) establece que el 78% de la población trabajadora es la más vulnerable (55%, los independientes, y 33% empleados de microempresas)
La reducción y pérdida de ingresos -– relacionada al desempleo – generó un aumento de pobreza y aumento de pobreza extrema, lo que como efecto dominó entorpece el «fin de la pobreza» (1) por la pérdida de ingresos. Nos hemos visto en una situación donde muchas personas tuvieron que disponer de todos sus ahorros para hacer frente a estos meses de desempleo y falta de actividad económica, más aún y sin ánimos de ser redundante, en el marco de una economía informal como lo es la latinoamericana.
Es así que hemos podido observar como las contracciones de consumo y aumento del desempleo, tuvieron consecuencias en la caída de ingresos, quiebre de empresas, reducción de inversión privada, que en términos más generales implican un menor crecimiento económico, menor integración de cadenas de valor y aumento de la pobreza y pobreza extrema.
Aquí es esencial resaltar que estas afectaciones ya sea a empleo o ingresos, no afectaron del mismo modo a los miembros de la sociedad, implicando el ensanchamiento de la brecha de desigualdad entre grupos de la sociedad, países y regiones del mundo, como opuesto del ODS referente a la: «reducción de la desigualdad» (10). Esta desigualdad, no sólo se hace evidente en las dimensiones ya mencionadas, pero también en la educación y la alimentación.
La educación se vio forzada a adoptar un nuevo formato virtual. En Bolivia éste fue adoptado para dar continuidad a la educación superior, mientras que se optó por el cierre del año escolar para la educación primaria y la educación secundaria. La «educación de calidad» (4), se ve en riesgo: por un lado, este nuevo formato implica nuevos retos tanto para los educadores como para los estudiantes puesto que para algunos establecimientos este tipo de educación es total y completamente desconocido. Además, es preciso recordar que este tipo de educación no es accesible para todos, ya que tanto en Bolivia como en Latinoamérica, no todos cuentan con los recursos necesarios para ponerla en práctica. Respecto al «hambre cero» (2) un efecto a corto plazo es que abrió la posibilidad en muchas regiones de tener una producción y distribución de alimentos que se vea interrumpida. En el caso boliviano existió el desabastecimiento, temas políticos ¿vale la pena mencionar?
Me gustaría aprovechar este espacio para mencionar que si bien en este caso, el Covid-19 no representa un riesgo para el «agua limpia y saneamiento» (6), es interesante mencionar que la escasez de agua limpia en algunas zonas – una realidad ya existente –dificultan la posibilidad de un gran número de personas de lavarse manos: una de las medidas de prevención del COVID-19 más importantes, viéndose desde esta óptica una vez más una «reducción de la desigualdad» (10) agravada.
En cuanto a «igualdad de género» (5), el confinamiento dio lugar a un dramático aumento de violencia doméstica contra mujeres y niñas. El encierro por varias semanas, particularmente en medios socioeconómicos de bajos recursos, caracterizados por domicilios más pequeños y situaciones adicionales de estrés por la pérdida de ingresos o empleo, o incluso el miedo a perderlos. Según datos del Banco Mundial, en Colombia las llamadas a la línea de atención de víctimas de violencia doméstica aumentaron un 91%, en México un 36%, en Argentina un 25%. En Bolivia, la ciudad de Santa Cruz informó el mayor número de casos de violencia doméstica durante la pandemia. Lastimosamente, antes de la crisis Bolivia y Paraguay muestraban las mayores tasas de homicidios a mujeres y niñas en Sudamérica.
Es oportuno señalar que los problemas están interconectados, y que no podemos platicar de desarrollo sin antes considerar que un sector afectado implica afectaciones en los otros sectores. Del mismo modo, las intervenciones en un ámbito afectan los resultados en otro, lo que nos abre la vía a reconocer esta agenda como una respuesta integral a problemáticas mundiales.
Tal postulado da lugar a aseverar de manera indudable que la crisis del COVID 19 ha puesto en riesgo esta integralidad de la Agenda 2030, donde se ha evidenciado en el apartado anterior los efectos de un sector tienen consecuencias sobre otro.
Ciertamente, la pandemia trajo consigo una variedad de problemáticas en secuencia, pero del mismo modo, acto seguido se tomaron también una serie de medidas para afrontarlas. Existieron medidas políticas, fiscales, monetarias, entre otras. A continuación, veremos algunos ejemplos de respuestas de la sociedad civil ante la crisis.
El teletrabajo llegó para instalarse, si bien llegó con dudas, tropiezos y escepticismos. En 2016 se introdujo la firma digital a Bolivia a través de la Agencia para el Desarrollo de la Sociedad de la Información en Bolivia (ADSIB), y eran pocos los usuarios de las mismas, estos últimos meses la cantidad de usuarios ha incrementado, probablemente para evitar demoras en trámites y papeleos. ¿Cuál es el potencial del teletrabajo? Desde luego da a los empleadores cierta flexibilidad sobre el uso de sus tiempos, pero habría que todavía estudiar como se desarrolla en cuanto a productividad y balance entre vida profesional y personal.
Por otra parte, la educación a distancia es ahora una realidad, el uso de plataformas tales como zoom, classroom, trello, jamboard, etc. han abierto la puerta a un mundo de posibilidad de enseñanza. Es un hecho que su acceso se encuentra ahora limitado y que no existe una experticie general en su uso, sin embargo, poco a poco los educadores están se ven en la necesidad de aprender a utilizar estas “nuevas” tecnologías y cómo los más jóvenes están ya usándolas desde una temprana edad.
Debido a temas de abastecimiento, poco a poco las personas fueron adquiriendo mejores hábitos de consumo al no tener la posibilidad de acceder a sus productos cuando querían, «producción y consumo responsable» (12) inclusive, pequeñas iniciativas de compostaje cuando se cercaron las ciudades por la basura.
Por otra parte «accion por el clima» (13), menor impacto ambiental debido a una disminución de la producción y del transporte. El uso de la bicileta «ciudades y comunidades sostenibles» (11),
En todos los casos, vemos nuevas formas de hacer lo mismo – trabajar, estudiar, producir y consumir – que nos invitan a reflexionar sobre la importancia de potenciar la «industria, innovación e infraestructura» (9) al ser éstos los motores necesarios para el crecimiento y el desarrollo económico de la región. Del mismo modo, los avances tecnológicos también con esenciales para encontrar soluciones permanentes a los desafíos económicos y ambientales, a través del crecimiento de nuevas industrias y el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones: oferta de nuevos empleos, creación de ciudades sostenibles, promoción de la eficiencia energética. Para esto, será imprescindible reducir la brecha digital para garantizar el acceso igualitario a la información y el conocimiento, y promover la innovación y el emprendimiento.
La existencia de esta brecha digital, crea diferencias en la capacidad de adaptación de los países a los cambios coyunturales a los que nos enfrentamos. Ciertamente nos hemos sabido adaptar – de una forma u otra – pero en algunos países manera negligente o básica mientras que en otros de manera más sofisticada y eficiente. Por ejemplo, mientras, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, existen países donde el teletrabajo es una modalidad adoptada para una gran mayoría como el caso de Finlandia, Suecia, Países Bajos, Colombia, Japón y Estados Unidos, en America Latina, la CEPAL nos indica que la cifra promedio de teletrabajadores no supera el 22%. Esto quiere decir que, para el 78% de los empleados de Latinoamérica el teletrabajo todavía se encuentra fuera de sus posibilidades. Algo similar ocurre con la educación, mientras en algunos países como Bolivia se optó por la clausura del año escolar, muchos niños y niñas de países vecinos siguen asistiendo a clases mediante educación a distancia.
Es así que vemos como la resiliencia no es igual para todas: depende de complejidad de estructura productiva, integración regional y recursos financieros.
Es ahora que la creatividad, el conocimiento, la tecnología y la innovación – acompañadas de recursos financieros que las soporten – son cruciales para que como sociedad podamos conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible en este nuevo contexto. Para hacerlo, se necesitará potenciar las «alianzas para lograr los objetivos» (17). Recordando la promesa en la que se sustenta nuestra Agenda 2030 de “no dejar a nadie atrás”, es inminente la necesidad de una colaboración entre: gobierno, sector privado y sociedad civil, y entre países, puesto que se necesitara de aquellos países que se comprometieron a acelerar y coadyuvar en el progreso de aquellos que se encuentran “detrás”. Debido a la integralidad de nuestros objetivos, ya antes mencionada, fortalecer este último ayudará en gran medida a concretar los otros.
Finalmente, una pequeña alerta, es preciso no caer en un enfoque simplista, queda mucha materia y camino que analizar. La adaptación debe estar acompañada de nuevos modelos de desarrollo, nuevos tipos de políticas, un mejor gasto público, acceso a financiamiento y medidas para atraer inversión. Idear las soluciones es el primer paso, pero hacerlas realidad va a requerir de más.
ALGUNAS CONCLUSIONES
La integralidad de la Agenda 2030 ha sido afectada por un imprevisto de carácter coyuntural, nos vemos en una situación con objetivos paralizados e inclusive, en algunos casos, en retroceso. Si bien el COVID-19 tuvo un efecto inmediato y directo en la salud, en su mayoría, muchos otros fueron afectados negativamente: trabajo, educación, asuntos de género y pobreza.
Pese a ello, todos los países de la región y del mundo, de una forma u otra, se han visto en la necesidad de adaptarse a las nuevas adversidades. Mediante ejemplos se ha comprobado que las notorias desigualdades que existen en el mundo, hacen que para unos la resiliencia sea más fácil que para otros. Es pertinente y prudente concluir que la resiliencia depende mucho de las características del país en cuestión, donde muy probablemente aquellos países que se encuentran ya desarrollados tendrán mayor facilidad en encontrar oportunidades a partir de esta situación. La salida de esta crisis depende en gran parte de la fortaleza económica de cada país,
En el caso de Latinoamérica, región caracterizada por su alto grado de vulnerabilidad, la resiliencia representa un reto mucho mayor que para otras partes del mundo. Las marcadas asimetrías entre países en vías de desarrollo y países desarrollados el COVID 19 resultará más una oportunidad para unos y más un retroceso para otros. Por lo que la inversión, el gasto público y el acceso a financiamiento son ejes fundamentales de estas “asimetrías”
Concluyo con que, de otra forma, probablemente nunca se hubiera dado este salto tecnológico en la región, los cambios y medidas emergentes que se han dado, como una respuesta a la necesidad, ya no tienen vuelta atrás. Aún con tropiezos la coyuntura abrió nuevas puertas al modo de hacer las cosas y nos está obligando a avanzar, innovar y adaptarnos, la pandemia ha puesto en jaque a la Agenda 2030, pero al mismo tiempo, ha abierto una puerta a re-pensar el cómo lograrlos.
BIBLIOGRAFÍA
La covid-19 podría agravar la desigualdad de género en América Latina y el Caribe. (2020, 15 mayo). World Bank. https://www.bancomundial.org/es/news/feature/2020/05/15/covid-19-could-worsen-gender-inequality-in-latin-america-and-the-caribbean
COVID-19: alarmante aumento de la violencia contra las niñas y las. (2020, 19 mayo). Plan International. https://plan-international.org/es/press-release/2020-05-19-covid-19-alarmante-aumento-de-la-violencia-contra-las-ninas-y-las-mujeres
Potenciar la resiliencia de las sociedades latinoamericanas y caribeñas, clave para la implementación de la Agenda 2030 | Article | Comisión Económica para América Latina y el Caribe. (2018, 13 julio). CEPAL. https://www.cepal.org/es/articulos/2018-potenciar-la-resiliencia-sociedades-latinoamericanas-caribenas-clave-la
[1] Melanie Andrea Alba Sossa, Licenciada en Economía con mención en Desarrollo Sostenible por la Universidad Privada Boliviana. Diplomado en Educación Superior y Business Intelligence for Management. Miembro del Instituto de Estudios Internacionales. [2] Acorde a datos de la ONU hasta el 2015, 500 millones de personas salieron de la pobreza, se salvó la vida de 48 millones de niños menores de 5 años y 5.9 millones de niños sobrevivieron a la malaria [3] Existe una ampliación de 8 objetivos originales a 17 objetivos actualmente. Además de un re-nombramiento de los mismos de Objetivos de Desarrollo del Milenio a Objetivos de Desarrollo Sostenible [4] Fuente: CEPAL sobre la base de datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) [5] Fuente: CEPAL: el “Informe Panorama Social de América Latina 2019” señala que a partir del 2015 existió un cambio en la tendencia donde las tasas de pobreza y pobreza extrema volvieron a aumentar en la región explicado quizás por el caso brasilero y venezolano. [6] Las categorías utilizadas para la clasificación de indicadores por la CEPAL son: 1. Está en retroceso respecto a la meta, 2. Está estancado respecto a la meta, 3. Alcanzaría la meta sólo con una fuerte intervención de políticas públicas, 4. Alcanzaría la meta con la tendencia actual, 5. Alcanzó el umbral establecido por la meta [7] Se colocará el nombre del ODS entre “« »” y el número del objetivo entre paréntesis “( )” [8] Se obviaron los objetivos: energía asequible y no contaminante (7), vida submarina (14), vida de ecosistemas terrestres (15) y paz, justicia e instituciones sólidas (16) [9] Fuente: Organización Mundial de la Salud
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